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Recibimos la falta de responsabilidad de los políticos que, incumpliendo sus funciones más básicas, no se enfrentan a los grandes retos y finalmente contribuyen a dejar una herencia desastrosa para las generaciones venideras.

A menudo, si no nos enfrentamos a los problemas en el momento que los detectamos, si los vamos arrastrando e incluso los dejamos para que otros los afronten en el futuro, los problemas se hacen más y más grandes y cada vez son más difíciles de acometer.

En un antíguo post, “Vieja Política”, recordaba una reflexión de un fantástico escritor, Stefan Zweig, que refleja, posiblemente, que nos encontramos ante uno de estos grandes momentos a los que el autor hace referencia.

Stefan Zweig, muestra en su libro Momentos estelares de la humanidad, como diferentes de estos “momentos estelares”, marcan un rumbo durante décadas y siglos y como decisiones personales e inesperados puntos de inflexión de la historia deciden el futuro de muchas generaciones.

La improvisación y la falta de decisión de nuestros políticos nos han traído hasta aquí.

En el año 1978, los ciudadanos españoles ratificaron en referéndum la Ley Fundamental que ha servido de estructura sustentadora de nuestro Estado Democrático y en base a la que todos hemos construido una democracia moderna.


Las constituciones modernas no pueden ser, en ningún modo, un código pétreo, un listado hermético de normas intocables que frenarían el progreso y la evolución.


Muy al contrario, la Constitución va evolucionando cada día, va creciendo y se va adaptando a los tiempos de la mano del desarrollo político y social de la sociedad.


En nuestro país especialmente, la estructura constitucional ha sido impecable en este sentido.


No sólo innumerables Leyes han ido desarrollando los preceptos constitucionales sino que, existe un órgano supremo, el Tribunal Constitucional, que es independiente del resto de Poderes del Estado y se articula como el máximo intérprete de la Constitución y que, a través de su doctrina, aplica esta interpretación a los conflictos y contribuye así a la adaptabilidad de las normas al desarrollo y la evolución.

La Constitución Española, como el resto de las Constituciones democráticas modernas, regula las formulas necesarias para afrontar los grandes retos que la propia evolución democrática exige cada día.


Los constituyentes lograron, como no podía ser de otro modo, un amplísimo consenso hace cuarenta años y el propio texto constitucional exige el mismo esfuerzo al Poder Legislativo a la hora de afrontar las grandes reformas Constitucionales e incluso, un referéndum de todos los españoles para ratificar estas decisiones.

Saber si estamos en uno de esos grandes momentos en los que todavía podemos reparar los daños estructurales quizás corresponde más a profesionales de verdad, pero lo que sí parece es que la vieja estructura está empezando a dar muestras de gran debilidad.

Esa pequeña grieta en la gran estructura que soporta un país, con el paso del tiempo puede hacer temblar sus cimientos e incluso, convertirse en irreparable.

Leyendo una antígua entrevista que, José María Gironella y Rafael Borrás Betriu hacían al famoso arquitecto Ricardo Bofill en año 1979 y, fuera de las connotaciones políticas propias de la época, reflejaba claramente ya en aquel momento cuál era una de las decisiones más complicadas que había que afrontar en nuestra estructura básica como Estado.

Transcribo en estas líneas la rotunda respuesta del arquitecto a una pregunta tan clara que le formularon hace más de cuarenta años.

¿Cree que los españoles estamos ahora más unidos que en 1936, o detecta indicios de divisiones igualmente profundas?

Yo creo que los problemas territoriales, lo que en este momento y en nuestro país se llaman autonomías, son, han sido y continuarán siendo problemas importantes. Y son problemas capaces de destruir una estructura fuerte como la estructura del Estado Español.

Yo creo que en España hay una sobreestructura administrativa y un poder del Estado que, a pesar de estar copiados de los Franceses y de ser tremendamente centralistas, no tienen capacidad para llegar a la vida privada de las personas.

Yo creo que en España hay todavía, sigue habiendo, un poder oficial, unas estructuras y, después, hay una vida de los españoles, que circula por otros caminos y que se mueve por otros cauces, que tiene otras dinámicas y que funciona de otro modo.

Yo creo realmente que el problema de las autonomías -y el problema de lo que se llama en otros lugares la división territorial- es un problema, no sólo muy importante, sino fundamental en la estructura del Estado.

El Estado Español, como el Estado Francés o el Estado Alemán, son Estados que pertenecen todavía al renacimiento.

En consecuencia, entiendo que si un día Europa llega a contar como una gran potencia será gracias a la destrucción de esos estados y a la creación de una superestructura fuerte, a una totalidad europea.

Creo que es muy difícil para un hombre normal ser, a la vez, catalán, español y europeo.

La lógica nos conduce a pensar que, en un futuro más o menos próximo, la estructura que va a sufrir va a ser la nacionalista.

Ricardo Bofill.

Nació en Barcelona en 1939, se formó en el Liceo Francés de Barcelona y cursó estudios de Arquitectura en su ciudad natal y en Ginebra.

Os dejo a vosotros la misma pregunta….

Para obtener más información sobre Ricardo Bofill, (click aquí).

Miradas, Behind Business por Gustavo Díaz

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