Andrés Díaz de Rábago, 70 años de misionero
Palabra de misionero.
A veces, cuando menos te lo esperas, descubres a personas increibles e irrepetibles.
Asistí a una reunión en Santiago de Compostela con mi familia para participar en los actos del Domund, que este año anuncian con un bonito lema,
Se valiente, la misión te espera
Andrés Díaz, fue el último sacerdote proclamado en China.
Proclamado sacerdote el 16 de abril de 1952, en la última promoción de sacerdotes en la China continental, a día de hoy ya es, como Él mismo dice, el último de los últimos.
Tras haber vivido tres guerras civiles, en China, España y Timor Oriental, Andrés Díaz a sus recién cumplidos cien años prepara su viaje para su próximo destino en Filipinas.
Hay que enamorarse del país donde se vive y de su gente.

Notas en el mantel de papel
Cuando le pasaron el micrófono para que dedicara unas palabras a los que en ese momento asistíamos a la comida, lo primero que dijo fue que no lo necesitaba.
El misionero tiene una facilidad para llegar a las personas que pocas veces había conocido.
Al escuchar la fuerza que proyecta, al escuchar su potente voz y sus ganas de compartir su experiencia, busqué un bolígrafo y me puse a apuntar como pude todo lo que este hombre de 100 años nos iba a contar.
Visita cada día a enfermos en un hospital de Taipéi
Tras estudiar medicina en Santiago y más tarde filosofía, aterrizó en Pekín en 1947, antes de la victoria comunista. Setenta años más tarde, continua visitando enfermos en los hospitales de Taiwan pero no en calidad de médico, en calidad de misionero.
Su próximo destino es Filipinas, a donde va con la misma ilusión que tenía el primer día. Como Él mismo dice, “voy a enamorarme de nuevo de un pueblo que desconozco”.
Es cuando tienes esa energía de amar a los demás lo que te hace enamorarte del país donde vives y de sus gentes.
Fue en Santiago de Compostela alrededor de 1940, terminando la carrera de medicina, cuando comenzó a escuchar a sus padres como hablaban de los misioneros y empezaba a descubrir su vocación.
No se trata de lo que yo quiero ser, es lo que Dios quiere que sea

Andrés Díaz en Santiago
A partir de ese momento, Andrés dedicará toda su vida a los demás y eso le ha hecho totalmente feliz.
Para el misionero, las mayores dificultades que tuvo que superar fueron la lengua y el separarse de su familia y amigos.
A día de hoy, habla fluidamente cuatro idiomas.
Rector en el seminario de Timor, tuvo alumnos tan importantes como el obispo Carlos Felipe Ximenes Belo, (premio Nobel de la paz) o el nuevo jefe de estado de ese país.
Andrés explicó en una entrevista en La Voz de Galicia su sencilla filosofía:
Preocuparse por hacer felices a los demás. ” A mi es lo que me da la vida, vale la pena sacrificarse por los demás, incluso para uno mismo, por que resulta que eso te beneficia y te ayuda. Y no es egoísmo, es amor”.
Termina su intervención cercana entre nosotros, con una satisfacción absoluta y un orgullo abrumador diciéndonos:
Dios estaba allí y yo no lo sabía.
Es un privilegio conocer a personas que dedican sus vidas de una forma totalmente generosa y sin pedir nada a cambio a los demás, y casi siempre en lugares donde cada día tienen que poner sus vidas en peligro.

Ramón Jacobo
Este año no ha podido acompañarnos Ramón Jacobo, misionero de Lugo tristemente fallecido y que ha dejado una huella imborrable allí por donde ha pasado a lo largo de su vida.
El amor es lo único que crece cuando se reparte.
El principito.
A Andrés, a Ramón Jacobo y al resto de miles de personas buenas que llevan la bandera de la solidaridad, les dedico humildemente mis Espejos de hoy.
Gracias
Gustavo Díaz para Behind Business
Muy bonito y es un don muy grande preocuparse por los demas,la fortaleza se la da él Señor,con sus años y es un siervo fiel.
Muchas gracias por tu comentario Rosa…